Atilio Sebastiani tiene la particularidad de haber sido, al mismo tiempo, árbitro de básquetbol y de fútbol.
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SUSCRIBITEHincha de Larre Borges, tuvo varios trabajos para parar la olla, dirigió la final de un Mundial femenino y lo bajaron de una pedrada en Belvedere.
Atilio Sebastiani tiene la particularidad de haber sido, al mismo tiempo, árbitro de básquetbol y de fútbol.
Muy hincha de Larre Borges, nunca se animó a jugar en el equipo, pero lo hizo en las inferiores del Club Ciclista Fénix, y dejó cuando se casó. Cuando sus hijos eran pequeños hizo el curso de árbitro y llegó a arbitrar la final del Mundial Femenino de Básquetbol de 1983 entre la Unión Soviética y Estados Unidos, las dos grandes potencias del deporte, donde el ganador contaba con Uliana Semiónova, con sus 2,10 metros.
Sebastiani asegura que “nadie cobra una cosa mal por capricho”, y recuerda que tuvo, en su carrera, “un solo entredicho con un jugador” que hoy lo ve “y lo agarra a los abrazos”.
Además de ser juez de básquetbol, trabajó en la Intendencia de Montevideo, donde llegó a ser director, y complementaba sus ingresos con la cobranza de una mutualista.
Y un día se metió en el fútbol. Sebastiani dice que, pese a que las reglas son distintas, “hay mucha cosa parecida”, y reconoce que “el principal problema de los árbitros es el dominio de las situaciones de juego”.
Entre sus recuerdos está la vez que le dieron una pedrada en la nuca arbitrando en Belvedere, y una oportunidad en la que terminó de dirigir un encuentro en la cancha de La Luz y salió a las corridas para arbitrar un partido de básquetbol en Durazno.
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