Se abrió una investigación tras denuncias que señalan a turistas italianos por haber participado en una práctica tan brutal como impensable: pagar para disparar a civiles durante el asedio de Sarajevo, en plena guerra de Bosnia-Herzegovina.
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SUSCRIBITESe investiga un posible negocio basado en la venta de "viajes de guerra" para "cazar civiles" en Sarajevo en los años 90. Podría haber a más de un centenar de implicados.
Se abrió una investigación tras denuncias que señalan a turistas italianos por haber participado en una práctica tan brutal como impensable: pagar para disparar a civiles durante el asedio de Sarajevo, en plena guerra de Bosnia-Herzegovina.
Entre 1992 y 1996, Sarajevo vivió el asedio más largo de la historia moderna. La capital de Bosnia y Herzegovina fue rodeada por fuerzas serbobosnias tras la disolución de Yugoslavia, en un conflicto que buscaba imponer el dominio serbio sobre el nuevo Estado bosnio. Durante casi cuatro años, la ciudad permaneció bajo bombardeos diarios, sin agua, electricidad ni alimentos suficientes, mientras francotiradores apostados en las colinas disparaban contra civiles que intentaban cruzar las calles.
El asedio dejó más de 11.000 muertos y decenas de miles de heridos, entre ellos centenares de niños. Sarajevo se convirtió en símbolo del sufrimiento civil y de la pasividad internacional ante una guerra que devastó los Balcanes. El horror terminó con los Acuerdos de Dayton en 1996, y años después los líderes serbobosnios Radovan Karadi y Ratko Mladi fueron condenados por crímenes de guerra y genocidio.
El periodista y novelista Ezio Gavazzeni presentó las pruebas, describiendo lo ocurrido como una “cacería humana” financiada por personas adineradas con obsesión por las armas. Según su testimonio, los participantes llegaban desde Italia a las colinas controladas por fuerzas serbias y pagaban tarifas diferentes según el tipo de víctima: hombres, mujeres o niños.
Gavazzeni, que retomó el tema tras el documental Sarajevo Safari (2022), asegura que más de un centenar de personas habrían participado, pagando hasta US$116.000 por estos “viajes de guerra”. Entre las pruebas figuran testimonios de inteligencia militar bosnia y documentos entregados al fiscal antiterrorista Alessandro Gobbis.
El caso reaviva el horror de un conflicto que costó la vida a más de 11.000 civiles y deja al descubierto el costado más oscuro del turismo de guerra: la banalización del mal, donde algunos viajaban a una zona sitiada “por diversión” y regresaban a casa como si nada.
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