11 de octubre de 2025 - 20:31 Uruguay legalizó la marihuana en 2013 y cuatro años más tarde la droga llegó a las farmacias. El principal argumento detrás de este paso liderado por el gobierno de José Mujica era combatir el narcotráfico y darle a los consumidores un producto trazable, legal y en apariencia seguro. Sin embargo no todo lo que brilla es oro y en los últimos meses científicos, médicos y psicólogos uruguayos investigan el impacto que el consumo habitual de esta droga produce en el cerebro y las conclusiones son demoledoras.
En parques, en plazas, en estadios de fútbol, en recitales, en lugares de comida y en cualquier tipo de reunión social, la marihuana está presente de muchas maneras en la vida de los uruguayos y ese comportamiento se acentuó a partir de 2017, cuando miles de uruguayos accedieron a esta droga de manera legal en cadenas de farmacias.
En diciembre de 2013 el Parlamento uruguayo aprobó la norma que regula la producción y la venta de cannabis, un año más tarde comenzó el registro de cultivadores domésticos y clubes y recién en 2017 la droga llegó a las farmacias directo al bolsillo de quienes quisieran consumirla. La intención era sacar a los consumidores de las bocas y que accedieran a productos en un entorno seguro.
El universo de la marihuana legal se cuenta en miles de personas: hoy hay 78.955 adquirientes en farmacias y unos 50 locales de venta habilitada. Hay 11.132 usuarios registrados para cultivo doméstico, 518 clubes de membresía y unos 16.619 miembros de estos clubes.
En los últimos meses científicos uruguayos lograron medir los impactos a nivel cerebral que la droga vendida en las farmacias provoca en los consumidores.
Uno de los impulsores del estudio es Rodolfo Ferrando, del Centro de Medicina Nuclear del Hospital de Clínicas, que explica el impacto que la marihuana legal provoca en funciones cerebrales en áreas de la corteza frontal y que golpea directamente áreas vinculadas a la cognición, el comportamiento y el procesamiento emocional.
“En la opinión pública parece no estar del todo claro, hace falta hacer hincapié en estos aspectos”, dice Ferrando.
Para completar la primera parte del estudio, los investigadores analizaron a personas mayores de edad, que no tuvieran una adicción al cannabis ni enfermedades psiquiátricas o neurológicas asociadas, como para poner en el mismo renglón a dos sujetos con un idéntico punto de partida.
“El rendimiento intelectual del sujeto disminuye y nuestra capacidad de atención también. Rendimos menos de lo que podríamos”, agregó el especialista.
Para el estudio utilizaron lo que se conoce como SPECT cerebral, una técnica de medicina nuclear que permite estudiar la función cerebral y medir el flujo sanguíneo en las distintas regiones del cerebro.
“Encontramos alteraciones en la función del cerebro en un número importante de los usuarios”, apuntó.
Este estudio tiene, por un lado, una parte científica a nivel de imagen y por el otro un estudio neuropsicológico, que busca medir el impacto del cannabis legal en funciones vinculadas a la memoria y la capacidad de atención.
El consumo regular de marihuana suele estar asociado a un impacto en la memoria y la función cognitiva, según se desprende de la abundante evidencia científica a nivel internacional, un punto que profesionales y expertos locales como Rodrigo Ponce de León también lograron determinar.
En ese sentido, Ponce de León llama a no incentivar el consumo del cannabis antes de los 18 años, frente a los riesgos que implica.
Los participantes del proyecto se sometieron a una entrevista en profundidad y también a estudios que permiten medir su capacidad de procesamiento de información y la resolución de problemas.
Las zonas del cerebro más afectadas incluyen también la toma de decisiones, la capacidad de concentración y la regulación emocional. “Hay deterioro de la memoria, de la lengua, de la resolución de problemas”, señala Ponce De León.
Este estudio fue realizado con las primeras variantes que se pusieron a la venta en farmacias, que tienen una concentración de THC moderado y un efecto psicoactivo que se ubica en la escala medio/bajo. Hoy, el Estado a través de las farmacias ofrece variantes mucho más potentes, las variantes gama y la variante epsilon, con más THC y un efecto psicoactivo alto, lo que dispara la amenaza para los consumidores.