29 de diciembre de 2025 - 12:33 Cecilia Giménez, la restauradora amateur que pasó del anonimato a la fama mundial por su intervención en el Ecce Homo de Borja, murió este lunes a los 94 años. La noticia fue confirmada por la Fundación Ecce Homo de Borja, que la despidió con un mensaje breve y emotivo: “Cecilia es ya una estrella más en el cielo”.
Nacida en 1931 en la localidad aragonesa de Borja, Giménez fue una vecina conocida y activa, con una larga afición por la pintura. Durante décadas realizó obras de carácter amateur, principalmente paisajes y escenas locales, sin imaginar que una de sus acciones marcaría un hito en la historia reciente del arte y de la cultura digital.
El episodio que le cambió la vida en 2012
Preocupada por el deterioro visible de una pintura mural del Ecce Homo, ubicada en una capilla del Santuario de la Misericordia, Cecilia decidió intervenirla por iniciativa propia. La obra, realizada a comienzos del siglo XX por Elías García Martínez, presentaba un avanzado estado de desgaste.
El resultado de la restauración estuvo muy lejos del original. Las imágenes del nuevo rostro de Cristo se difundieron rápidamente por internet y desataron una ola de reacciones, burlas y memes que cruzaron fronteras. En cuestión de días, el Ecce Homo de Borja se convirtió en uno de los fenómenos virales más recordados de la era digital.
De la condena social, a convertirse en un ícono
En un primer momento, la exposición pública fue dura para Giménez, que quedó en el centro de un escrutinio global inesperado. Sin embargo, con el paso del tiempo, el episodio adquirió otra dimensión. La pintura comenzó a atraer miles de visitantes, el santuario se transformó en un punto turístico y Borja pasó a ser referencia obligada en debates sobre restauración, patrimonio y cultura de internet.
Lejos de quedar como una simple anécdota, el caso abrió discusiones sobre los límites entre el arte profesional y el amateur, la conservación del patrimonio y el poder de la viralidad. La obra, conocida popularmente como Ecce Mono, terminó siendo protegida y gestionada como un atractivo cultural.
Cecilia Giménez vivió para ver cómo aquel gesto, motivado por la buena intención, se transformó en un símbolo del siglo XXI. Sin proponérselo, dejó una huella imborrable en la historia del arte contemporáneo y en la memoria colectiva de internet.