Los bares de Montevideo se resisten a desaparecer frente a la competencia y los cambios culturales

En el mismo sentido se expresa Manuel Martínez, propietario del bar Gran Sportman, que señala que “el gremio se ha ido desmembrando alarmantemente”.

“Donde había grandes bares encontramos farmacias”, dice Fernández. Los responsables son varios: altos costos, carga impositiva, tasas municipales y menor facturación. Gabriel Tecitor, propietario del Micons, explica que los productos suben constantemente. Además, el público no crece. Andrés Doglio, dueño del bar La Nueva Viola, señala que, en determinadas zonas, los comercios “se prestan los clientes”.

Si bien el rubro venía resentido en los últimos años, la pandemia aceleró el proceso y profundizó los cambios de consumo. Una prueba de esto es el crecimiento exponencial de los repartidores, que llevan pedidos a domicilio, haciendo que el público opte por quedarse en su casa.

Manuel Ramos, propietario del bar Hispano, dice que “todo ha cambiado” y José Luis Mallón, del bar Arocena, señala que “antes en un bar se conseguía todo”, desde el desayuno a la cena, pasando por la reunión con amigos a la copa al paso, y eso ya no es de esa manera: hay cafeterías, cervecerías e innumerables comercios de especialidad que compiten con el bar.

En ese contexto, los bares tienen que innovar para no morir. Sin embargo, “la tradición del bar de copas se murió hace muchos años”, reflexiona Fernández.

Ante esa realidad están también los parroquianos que resisten y se aferran al mostrador.

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