20 de abril de 2013 - 00:00 Apartado del ajetreo típico de Bruselas, con sus numerosos funcionarios europeos y su intenso tráfico, el castillo de Grand-Bigard, a las puertas de la capital belga, celebra cada año la primavera con Floralia, una exposición efímera de un millón y medio de flores.
Los capullos florecen poco a poco en los jardines de este castillo, erigido en el siglo XVII, para dar lugar a un colorido paisaje que se transforma a lo largo de las cuatro semanas que suele durar la muestra.
Una muestra que este año se prolonga una semana más, hasta el 12 de mayo, debido a que el frío invierno vivido en Bélgica y las constantes heladas han retrasado el florecimiento de algunos ejemplares.
En este bucólico paraje, la capital de la Unión Europea parece más lejana de lo que en realidad está: lo único que se oye son los graznidos de los patos y ocas que campan a sus anchas por los jardines, el ambiente está envuelto por un intenso olor a hierba recién cortada y, se mire donde se mire, hay flores de todos los colores.
"Es el inicio de la primavera, salimos de un largo invierno, así que la gente quiere salir a la calle y visitar jardines", explica a Efe Cedric Pelgrims de Bigard, uno de los organizadores de Floralia.
Esta exposición floral, la mayor de Bélgica y la única de este tipo en Europa junto con otra que se celebra en Holanda, acoge cada año a unos 30.000 visitantes, algunos de los cuales repiten a lo largo de una misma primavera para ver cómo los capullos prematuros dan paso a los de florecimiento a medio plazo, que luego son reemplazados por los más tardíos.
"Tenemos millón y medio de flores de 600 tipos diferentes: 400 tulipanes, 80 narcisos, 60 jacintos, y el resto, de diferentes variedades", relata Pelgrims, a cuya familia pertenece el castillo De Grand-Bigard.
"Fue mi padre quien tuvo la idea hace solo diez años y ha tomado bastante relevancia", continúa, explicando que, para celebrar el primer decenio de la exposición, han contado con nuevos tulipanes y jacintos (algunos exclusivos, tan recientes que aún no tienen un nombre asignado).
Salvo una zona donde las plantas crecen al libre albedrío, los capullos están estratégicamente organizados, creando paneles de flores con colores de fuertes contrastes.
Además de las flores de los jardines, Floralia cuenta con invernaderos en los que se exponen ramos cuidadosamente ideados y montados.
En ellos, "hay 150 creaciones florales realizadas por un equipo de profesionales holandeses que trabajan por todo el mundo y que cambian todas las semanas todos los ramos", explica Cedric.
Uno de ellos es Jaap Wisse, un florista holandés que trabaja ufano en un jarrón con grandes hojas verdes y claveles mientras cuenta a Efe que renovar los invernaderos ocupa toda la jornada del viernes a un equipo de cinco personas.
Precisamente en los invernaderos se encuentran las flores más llamativas: desde orquídeas negras hasta rosas de los colores del arco iris, pasando por unas pequeñas flores cuyos pétalos parecen simular el tablero de un ajedrez.
El vínculo de Floralia con Holanda no termina en el origen de sus creadores, pues la mayoría de las flores proceden justamente del país vecino.
"El tulipán tiene su origen en Flandes (en Bélgica) y el norte de Francia, pero los holandeses han conseguido, gracias a su terreno arenoso, producir más fácilmente y, por lo tanto, a un coste menor que aquí y por eso han conseguido tener el monopolio de este cultivo", cuenta Cedric.
A pesar de lo fugaz de esta exposición, Floralia, que cuenta con cinco organizadores, requiere todo un año de trabajo: las flores se plantan en otoño, en un proceso que emplea a diez personas y en verano hay que retirar todos los tallos y limpiar el terreno, para que el ciclo vuelva a empezar.