24 de agosto de 2016 - 00:00 El pequeño pueblo de Accumoli, en la provincia de Rieti, vio quebrantada su habitual calma por el terremoto que sacudió el centro de Italia y con el pasar de las horas los damnificados comenzaron a comprender lo sucedido tras "la pesadilla" que experimentaron anoche, cuando todo tembló.
Su habitual calma se convirtió en desastre en la noche del martes, cuando un terremoto de magnitud 6 en la Escala de Richter azotó la región, con daños también en otros municipios como Amatrice o Arquata del Tronto.
Accumoli es uno de los pueblos mas damnificados. Entre las piedras perdieron la vida al menos siete personas, incluidos los miembros de una familia que pereció bajo los cascotes del campanario del pueblo.
Eran Andrea Tuccio y su mujer, Graziella Torroney, los dos hijos de ambos, Riccardo y Stefano, de 8 años y siete meses, que tras horas de búsqueda fueron encontrados muertos.
La situación geográfica del pueblo, sobre una colina, "dificulta mucho" las labores de rescate, relató a la agencia EFE el coordinador de Protección Civil, Paolo Crescente.
En el campamento habilitado para que los damnificados pasen la noche y adonde se espera que llegarán entre 150 y 200 personas, empezaron a erigirse tiendas de campaña y a acumularse toda clase de víveres desde temporano.
Allí están Marina Bonamici y su marido, que perdieron su casa pero lograron salir sanos y salvos, por lo que ella reza y agradece a Dios. "Eran las tres de la mañana, todo temblaba, todo caía sobre nosotros. La luz se apagó y no se veía nada. Cuando llegamos a la puerta no se abría pero finalmente conseguimos salir a la calle", recordó la mujer.
La joven Francesca también logró sobrevivir y, aunque su casa quedó "dañada", celebra que haya conseguido salir junto a su anciano padre, Carlo. Este, asido por el brazo de su hija y con la mirada petrificada, solo intervino para pronunciar una palabra: "desesperante".
Su hija recordó la pasada noche como "un infierno" en el que solo se respiraba polvo y lo hizo entre lágrimas, que aparecían bajo sus oscuras gafas de sol.
Todos tienen la mente puesta en la vecina Amatrice, donde se confirmó que fallecieron 40 de las 120 víctimas contabilizadas hasta el momento, y recuerdan el sismo de 2009 en la próxima L'Aquila, uno de los más mortíferos del país.
"Esperemos que el pueblo salga de esta y nos dejen seguir viviendo aquí", deseó Francesca, consciente de que por delante quedan muchas jornadas bajo las lonas.
En las calles de Accumoli transitan miembros de Protección Civil con perros para buscar posibles víctimas o supervivientes y algunos vecinos permanecen en sus puertas con la decepción impresa en la mirada.
Una mujer llora desconsoladamente dentro de un coche mientras su marido, de pie y junto a la ventanilla, le pregunta si ha visto la casa.
Son pocos los que resisten a abandonar sus hogares, pero varios permanecen sentados sobre los escombros de sus antiguas casas o sobre ruedas de coches aplastados, incrédulos por el suceso que han vivido.
Entre ellos un anciano permanecía durante las primeras horas de la mañana en su domicilio, sentado en una silla, en silencio, y rodeado de escombros, aunque las autoridades han procedido a desalojarlo tras determinar que el edificio en el que se encontraba corría peligro de derrumbarse.
EFE