5 de septiembre de 2023 - 11:21 En el Día Internacional de la Mujer Indígena no es fácil decirse indígena en el Uruguay. "Hay que superar miedos, conflictos personales y optar por ello, pero ser mujer indígena parece estar casi prohibido". Así define la situación de la autoidentificación en Urugua, Ana María Barbosa, Investigadora y activista del movimiento indígena de nuestro país desde 1999.
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Ana María Barbosa, Investigadora y activista del movimiento indígena de nuestro país desde 1999.
Este martes, como cada 5 de setiembre, se celebra el Día Internacional de la Mujer Indígena. Esta conmemoración fue determinada durante el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América reunido en Tihuanacu, Bolivia, en 1983. El objetivo es reconocer a todas las mujeres indígenas que han jugado y siguen jugando un rol protagónico en la permanencia de la cultura de sus pueblos, su lenguaje y sus tradiciones. Justamente fue un día 5 de setiembre pero de 1782, cuando Bartolina Sisa, nacida en Cuzco y quien luchó por la rebelión de los pueblos indígenas (Aymara Quechua) de Los Andes, fue capturada y asesinada.
Se calcula que hay 476.6 millones de personas indígenas en el mundo, de los cuales más de la mitad (238.4 millones) son mujeres, según reveló ONU Mujeres. En la actualidad de América Latina, existen más de 500 pueblos indígenas que suman un total de 42 millones de personas, de las cuales se estima que el 59% son mujeres. Asimismo, estas constituyen un sector oprimido tanto dentro de las comunidades indígenas como en la sociedad en general.
Las indígenas latinoamericanas hoy se encuentran en una triple encrucijada: su condición de mujer dentro de comunidades fuertemente machistas, por su condición étnico-racial que la margina de la sociedad en la que vive, y por su situación de pobreza. Nuestro país cuenta con una larga trayectoria de invisibilización de las comunidades originarias, sosteniendo un relato de orígenes, principalmente europeos, y asumiendo que fueron borradas las huellas e identidades de nuestros indígenas. Barboza sostiene que “primero el intento de exterminio y después la negación y la asimilación cultural fueron las herramientas para borrar a nuestros indígenas de la historia del país. Un país que siempre miró a Europa y estuvo de espaldas al continente americano”
No es fácil decirse indígena en el Uruguay. Desde el punto de vista personal cada uno hace su proceso de autoidentificación partiendo del conocimiento de una historia familiar, de un sentir o después de investigar sobre nuestras abuelas o abuelos y saber que ahí había un indígena y que venimos también de ellos
Según sabemos hoy, en nuestro país las mujeres indígenas fueron repartidas entre las familias “pudientes” de las ciudades del interior y de la capital, se las separó de sus hijos, muchas fueron vendidas a prostíbulos y al servicio doméstico en un régimen semiesclavo porque no recibían remuneración por su trabajo y muchas fueron “criadas” en estancias del medio rural. Barboza indicó que, a pesar de eso, “fueron las transmisoras de la cultura, de las prácticas y tradiciones que hoy de a poco estamos tratando de reconstruir”.
Las indígenas uruguayas sobrevivieron a lo largo de la historia a las peores condiciones y vulnerabilidades, lo que para Barboza explica que “quienes se autodeterminan indígenas estén en los quintiles más bajos de la sociedad, son generalmente trabajadoras domésticas o en trabajos de baja calificación en la capital”.
A fines del siglo XX empezó un movimiento reivindicativo de la cultura indígena, sucedió en toda América cuando empiezan los preparativos para la conmemoración en 1992, de los 500 años de la llegada de Colón a nuestro continente. En 1989 se fundó ADENCH La Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa y en la década del 90 empiezan a surgir organizaciones de descendientes en todo el país.
Para Barbosa “lo indígena se manifiesta como una negación muy fuerte, en este país podes decir orgullosamente “soy tano”, “soy vasco” pero si decís “soy charrúa” enseguida te tildan de loca, de ridícula, delirante. Lamentablemente en un país como el Uruguay “hay que demostrar lo que sos”, y bueno la ciencia lo está diciendo, parece que eso podría revertir el discurso negacionista y empezar a derribar los paradigmas racistas y discriminatorios. Te discriminan 4 veces, por mujer, por parda, por indígena y por pobre”.
En este sentido los datos que vienen de la antropología biológica, datos objetivos del estudio del ADN mitocondrial sobre todo, es decir, el que viene por línea materna que en algunos casos llega a tenerlo más de la mitad de la población. Barbosa sentencia que “de saberlo a autoreconocerse hay un trecho. Si bien mi educación ha sido occidental, soy universitaria y militante social, yo opté por ser indígena.”
El Instituto Nacional de Estadística incorporó por primera vez en un Censo la variable ascendencia étnico racial en el año 2011. Hace 15 años, un 5.1% de la población definieron tener ascendencia indígena y un 2.4% declararon su ascendencia principal como indígena. Dentro de dicha población indígena, 41.032 (2.4%) eran mujeres indígenas en Uruguay. No tenemos datos desagregados del censo de 2011 y aún no sabemos los datos del censo 2023 pero se espera que puedan arrojar información sobre la situación de los indígenas del Uruguay, entre ellos de las mujeres.
En nuestro país, existen varias organizaciones de pueblos indígenas que vienen reivindicando su derecho a ser reconocidos como tales por el Estado uruguayo, así como a practicar su lengua, promover su cultura y tradiciones, y acceder a mejores condiciones de vida. Desde el Equipo de Referencia Temática Étnico-Racial de la INDDHH han destacado el rol de las mujeres indígenas de nuestro país, trabajando a diferentes niveles de incidencia, en comisiones, integrando redes de mujeres indígenas, visibilizando la temática a nivel nacional y regional, así como promoviendo también su cultura y tradiciones a través de procesos socio-educativos barriales.
Esta jornada invita a repensar, reivindicar e indagar. Los orígenes y raíces que conforman a nuestra sociedad aún parecen difusos y poner sobre la mesa la preocupación por reconstruir la historia resuena cada vez más fuerte.